Los enamorados discuten

Acerca de la cantidad de pétalos que debería contener una rosa.

Se encarnizan, se afanan.

En el peor de los momentos

Se agravian y agravian a las rosas

Y hasta olvidan cómo empezó todo.

Los enamorados discuten

Acerca de si llueve más en los suburbios o en el centro de la ciudad.

Tratan de razonar lo irrazonable,

Intentan departir pero se parten.

El diálogo se vuelve rojo fuego

Y los enamorados vuelven a golpearse con palabras.

En el peor de los momentos

Se insultan e insultan a la lluvia.

Después de todo, por ella empezó todo...

Los enamorados discuten

Acerca de si las nubes son blancas o si han desteñido con el tiempo.

Ya se sabe cómo terminará esto.

En realidad, a los enamorados no les importa mucho

Ni la cantidad de pétalos que debiera contener una rosa,

Ni la arbitrariedad de la lluvia en la ciudad,

Ni el desteñir de las nubes.

Discuten solo porque le aterra, les da pánico

Ser diferentes el uno del otro.

Los estremece distanciarse hasta en lo efímero de una ideología.

Es la quimera de ser uno en todo y a todas horas...



Los enamorados temen, sí.

Pero no tienen nada que temer...